Nos
reunimos aquella tarde de marzo para hablar de la campaña por el
voto chileno en el exterior. Se trataba de transformar una demanda
irrelevante en el debate político chileno, en una voz legítima, en
un clamor visible acerca de una realidad injusta. Pablo se acercó a
la impresora situada sobre mi escritorio, un precario mueble
ensamblado con planchas negras de madera prensada, que hace las veces
de mesa de trabajo. En mi casa, casi todo el mobiliario es de
segunda mano, desechado y arrojado a la calle por alguna familia o
comprado en los interminables galpones suecos de IKEA instalados en
Berlin. Todo circula en la capital alemana; desde una chaqueta
descosida o una silla con el forro gastado, hasta un televisor
desvencijado y reemplazado por un plasma de alta resolución. Muchos
chilenos radicados en Berlin hemos amoblados nuestros espacios,
alimentados por el flujo de una variedad infinita de artefactos,
todos ellos al borde de su inutilización final.
Esas
trayectorias, ese ciclo vital de los objetos en continuo
desplazamiento, se ha transformado en un referente cultural de la
metrópoli berlinesa. Quizás, la propia historia de la ciudad
transformó con violencia el valor estético de su materialidad.
Berlin tuvo que rehacerse después de la última gran guerra,
rescatando cada muralla, pedazo de tabla o cualquier utensilio
sobreviviente de los escombros y de la muerte. Y tengo la sensación
de que la perspectiva estética de Pablo se apropió, intuitivamente,
de ciertos procesos de esta atmósfera en continua regeneración
vital.
Su
nombre es Pablo Ocqueteau Cohen. Y he sido testigo de cómo la
neurología de este artista visual, fotógrafo, videísta, activista
político, cocinero y alquimista de los cuartos oscuros (el listado
de sus oficios es interminable), ha incrementado su actividad
bioeléctrica debido a la persistencia de sus propios sueños. Parido
en la patagonia chilena, golpeado por la brisa marina de Valparaíso,
regenerado en Buenos Aires, Barcelona y, finalmente, en Berlin, ha
hecho del reciclaje y de la fusión de conceptos, la actividad
predilecta de su sinapsis espiritual. Su trabajo fotográfico plasma
las imágenes de personajes anónimos de la ciudad, en afiches
obsoletos y materiales reciclados para visibilizar la naturaleza
urbana y los intersticios de su humanidad ¿Cómo opera esta
transmutación? Mediante la alquimia de la emulsión argéntica. Sus
exposiciones fotográficas “Like a Rolling Stone” o “Ich bin
ein Berliner” revelan cómo la mirada de Ocqueteau sensibiliza
superficies, descubriendo al testigo material rescatado del tejido
social. Metales oxidados, papelería deslucida y todo objeto
destinatario del desprecio por su caducidad, son ungidos por su labor
que ha puesto de manifiesto la voz acallada de los materiales.
En
diciembre de 2013, Alejandro Jodorowsky lanzó en Berlin su último
filme “La Danza de la Realidad”. ¿Dónde danza la realidad?
- fue la interrogante que arrojó Pablo en medio de la concurrencia
que rodeaba al anciano ícono. “Persiste” - le devolvió
Jodorowsky, imperativo cuyo sentido sólo Pablo comprendió. ¿Es
acaso posible hablar de una geografía de la realidad, donde la
persistencia, en una perpetua danza de la voluntad, devuelva la
confianza en los propios procesos creativos? Probablemente, sí.
Quizás, como un acto político. En aquel encuentro con Jodorowsky,
la persistencia, la voluntad que hace resistente los sueños a pesar
de la realidad adversa, fue la respuesta críptica del psicomago. A
veces creo que se refería a-sí-mismo. Después de toda una vida, la
danza se vuelve magistral y los movimientos más sutiles, precisos y
etéreos. Se trata de danzar hasta que la música, la vida, se
detenga. Pero ¿cómo se puede persistir? La ubicación geográfica
en el mundo de los sueños no es fija; transcurre como armónicos
desplazamientos que disuelven la sensación de caducidad de todas la
cosas. ¿Dónde danza la realidad? No en su estática; sino en la
persistencia del movimiento, en los desplazamientos de la voluntad,
en la táctica cotidiana de resistir frente a las fuerzas de la
entropía, de la disolución y del olvido. Por eso es que la continua
obra de Ocqueteau (y creo que él lo sabe) se ha vuelto un acto
político. Su fotografía procura resucitar, en la circulación de
artefactos, la cosmografías urbanas y las funcionalidades que
transmutan en otras funcionalidades.
Sin
embargo, quiero terminar de contar la anécdota. Quiero hablar de
esas funcionalidades que transmutan en otras funcionalidades.
Mientras Pablo gesticulaba con las manos, explicando atropelladamente
su idea gráfica de la campaña por el ejercicio del voto exterior,
sacó -de la papelería A4 ubicada al costado de mi impresora- una
hoja en blanco. Rápidamente, garabateó una bandera chilena en toda
la superficie de la hoja. Con pulcritud fue realizando dobleces y
afirmando los pliegues, hasta dar a luz un avioncito
de papel, similar a aquellos que surcaban los cielos durante nuestra
lúdica niñez. “De esto se trata” - me señaló. Y, acto
seguido, lanzó la nave por la habitación, la que planeando con
suavidad, aterrizó junto al sofá en que estaba sentado. “Haz
tu voto volar” - fue la
imperativa frase con la que
concluyó su explicación.
Meses
más tarde, la bandera chilena plegada como avión de papel y la
frase “Haz tu Voto Volar”, constituyeron la expresión visual de
un gran movimiento de chilenas
y chilenos,
en demanda del ejercicio del voto exterior sin condiciones. La frase
y el avión, cuyo vuelo representa el voto surcando miles de
kilómetros hasta ser depositado en una imaginaria urna en Chile, se
transformó en el ícono gráfico de tres
manifestaciones mundiales en
el 2013. No pasaron
desapercibidos estos hechos
en los medios de prensa, pero
sí la raíz artística del acto político. Aquella tarde de marzo,
Pablo Ocqueteau pudo reciclar una bandera deslucida
de tanto ostracismo político, ligando sus ajadas fibras con la
potencia lúdica de la niñez. Así son las vueltas de la vida. Esta
vez la alquimia del artista lanzó por los cielos el poder creador
del activista. Por esta
vez el objetivo político transmutó en una deliciosa danza, al ritmo
de las utopías. Qué bueno
que la realidad sea
posible, mientras dure
la danza ¿Escuchaste, Pablo? Te hicieron psicomagia:
“Persiste, Pablo, persiste”.
(*)
La obra de Pablo Ocqueteau Cohen puede ser visitada, en el siguiente
link: http://www.ocq.cl
(**) Publicado en la revista Bufé Magazin de Cultura y en El Quinto Poder.