Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

domingo, 28 de julio de 2013

A Cuarenta años del Golpe: La memoria chilena en manos de los franceses de Corbarieu


Parecía una obra de teatro escrita con la estrepitosa pluma del que recuerda. Un grupo habitantes de un pequeño pueblo francés, representando una pieza teatral que retrata la experiencia de un chileno durante el día del golpe de estado, la noticia de la muerte de Salvador Allende, hasta el tránsito personal por los escabrosos caminos del exilio. También parecía un aluvión de voces, todas juntas liberando el canto fraterno con el fervor de los que de la esclavitud se rebelan. Cajas toráxicas haciendo de cajas de resonancia. Una treintena de franceses, jóvenes y adultos mayores, mujeres y hombres, ciudadanos comunes y corrientes, en un escenario entonando a todo pulmón y con el puño izquierdo en alto “el pueblo unido, jamás será vencido”.

Jamás hubiese podido imaginar todo aquello. A mediados de Julio llegué desde Paris en tren a Montauban. Viajé a reencontrarme con mi familia, aquella parte de ella que se quedó enraizada en la Francia, aún después de que la dictadura ya no podía forzarla más al exilio. Mis tíos mordieron la madera del destierro, así como lo hicieron miles de familias. Tuvieron que parir de nuevo la propia vida, después de haber sido truncada bajo la amenaza del corvo y de los fusiles castrenses. Mis tíos levantaron ladrillo a ladrillo y durante años la casa donde crecerían mis primos, allá en las sureñas tierras de la región del Midi-Pyrénées. Sobrevivieron a la desaparición física, pero no a las heridas invisibles que dejan la cárcel, la tortura y el asesinato de seres queridos. Endurecieron las manos con el duro trabajo del campo y reblandecieron el corazón con el sueño de prevalecer en una tierra que les era ajena.

Cerca de Nohic, en el interior rural del departamento Tarn-et-Garonne, bajo las acacias que rodean la casa, pude escuchar de mi familia ese retazo de historia que aún sobrevive. Saben que Chile es un país con el hábito pusilánime de la amnesia, con una memoria dividida y que, en su autocomplacencia, pretende cínicamente haber procesado política y judicialmente los momentos más grises de su historia. La dignidad y la altura moral no son nuestras virtudes más notables. A cuarenta años del golpe militar, aún siguen en Chile los homenajes velados o explícitos al genocida y el esfuerzo político de jibarizar a niveles obscenos la capacidad de recordar de todo un pueblo.

A los pocos días me invitaron a Corbarieu, un pequeño poblado de no más de dos mil habitantes, en el cantón de Villebrumier. Se trataba del Festival del Mediodía, un evento comunitario de cuatro días de música, teatro y de otras expresiones del arte. Grandes artistas y la población local se entrelazaron para preparar pequeñas piezas de teatro, de danza o de música. Para sorpresa mía, cerraría la noche el grupo chileno Quilapayún. Y eso sí que es un dulce aperitivo para los que vivimos a más de doce mil kilómetros del terruño. A nuestra llegada, nos enteramos de que Oscar Castro -actor y dramaturgo chileno, además de director del parisino Théâtre Aleph- había montado un taller teatral con los pobladores de Corbarieu. Asimismo, la banda francesa Les Grandes Bouches había formado un improvisado coro, también con habitantes del lugar, preparando con ellos un menú de canciones latinoamericanas.

Las pocas chilenas y chilenos que nos encontrábamos ahí, fuimos testigos con estupor de cómo los pobladores de Corbarieu representaban los sucesos del golpe de estado en Chile, como homenaje épico al sacrificio y muerte de Salvador Allende. Es decir, ciudadanos franceses trayendo a la memoria lo que muchos en Chile se han esforzado en ocultar. Ellos y ellas, hombres y mujeres comunes y corrientes, se encumbraban devolviendo la dignidad a nosotros, chilenos y espectadores, con cantos y dramaturgia. Cada escena, cada armonía desenmascaraba nuestra pequeñez moral, nuestro fracaso en construir el legado, el firme testimonio, la propia historia.

No creo que mereciéramos tanta generosidad. En las postrimerías de la noche, la compañía de Oscar Castro y Quilapayún terminaban -tomados de las manos- el himno que enfatizaba la victoria mediante la unidad del pueblo. Pero, eran las mujeres y los hombres de Corbarieu quienes elevaban sus voces y sus puños más alto que cualquier otro, para que la memoria nuestra no se duerma, no se engañe y nos devuelva lentamente la esperanza de que, recordando, es posible reencontrase con nuestra tan esquiva dignidad.

(*) Publicado en Bufé Magazín de Cultura y en El Quinto Poder

sábado, 6 de julio de 2013

Voto de chilenos en el exterior: los avioncitos de papel de Piñera (*)


(*) Columna escrita con Alberto Mayol. Fotografía de Pablo Ocqueteau.

El sufragio universal supone que todo ciudadano mayor de edad y sin restricciones derivadas de sanciones penales, puede votar libremente en una elección. Las democracias contemporáneas se han basado en el sufragio universal como característica básica para hacer operativo y válido su sistema de representación política. Increíblemente en Chile, donde hay una serie de orientaciones concentradoras de poder en el sistema electoral y la institucionalidad política, ni siquiera se cumple el voto universal. En Chile se excluye del principio de ciudadanía electoral a quienes viven en el extranjero, apelando a un argumento que recuerda los peores criterios del voto censitario: los chilenos que habitan en el extranjero no saben suficiente de Chile, viven bajo otras leyes, lo que se decide en Chile no les afecta, entre otras razones. Es la misma argumentación para excluir a los iletrados en el siglo XIX, al no participar del conocimiento para decidir racionalmente. A estos se les acusaba de ignorancia, a los primeros de distancia, pero a ambos se les acusa de lo mismo: no tienen suficientes antecedentes para votar.
Mientras tanto, los mismos que impiden este derecho, hacen campañas despolitizadas basadas en que nadie entienda qué proponen en concreto, carecen de programas y llenan de spots publicitarios y videos banales a los ciudadanos que pretenden motivar a votar por ellos. Apelan a los vínculos más básicos de la emoción humana y no a la racionalidad. Pero para excluir a los chilenos en el extranjero, argumentan en torno a su falta de información. El resultado es uno solo: en Chile no hemos terminado de configurar el sufragio universal.

Los chilenos en el extranjero se han organizado bajo la consigna “Haz tu voto volar” y desde hace un tiempo han comenzado una serie de acciones para hacer efectivo el derecho a voto de los chilenos residentes fuera del país. Ha sido necesario pues, aún cuando esta fue una promesa de campaña del actual gobierno, ello no ha acontecido. Según Valeria Lübbert, abogada residente en Washington D.C. y coordinadora jurídica de la campaña “Haz tu Voto Volar”, la manera de hacer efectivo el voto de los chilenos en el extranjero debe darse a nivel reglamentario o legislativo (de rango Ley Orgánica Constitucional) y no se requiere —como ha señalado insistentemente el presidente Piñera— de una reforma constitucional. Sería muy extraño que el Presidente no supiese de lo que habla. Por ello, asumiendo que conoce bien las vías procesales para hacer efectivo el voto chileno en el exterior, su insistencia en la reforma constitucional parece ser más un ardid dilatorio para trabar el ejercicio en el exterior de un derecho que ya está consagrado en la carta fundamental.

La campaña de los chilenos en el exterior está representada por un avión de papel hecho con la bandera de Chile. Es un “avioncito” como aquellos que en nuestra niñez confeccionábamos para lanzar a esos cielos que pensábamos que pertenecían a todos. Sí, a todos. Porque en la infancia aún están difusas o son menos evidentes las fracturas sociales que nos ubican en posiciones distintas, en una sociedad donde los derechos son denegados a muchos.

En una de las alas del avión de papel se encuentra impresa la consigna “Haz tu Voto Volar”. El 25 de mayo de 2013 esta frase fue enarbolada por una multitud de chilenas y chilenos en más de ciento sesenta ciudades del planeta, los cuales se manifestaron para exigir el ejercicio de su derecho a votar en exterior. Esos “avioncitos” surcando los aires en distintas latitudes del mundo, no sólo transportaban simbólicamente los votos que —cruzando océanos y continentes— representaban la voluntad política de miles de chilenos, para ser depositados en una urna imaginaria situada en la tierra de origen. También reflejaban la conciencia de que cada compatriota en el exterior ya es titular del derecho a voto. Esto quiere decir que la Constitución reconoce a todas las chilenas y chilenos como iguales, se encuentren dentro o fuera del país.

Parte del problema, es evidente, reside en que la derecha chilena sigue viviendo bajo las lógicas de la postdictadura. Aunque gran parte de los hijos de los políticos de la derecha viven o han vivido fuera de Chile, siguen pensando que el resto del mundo es un antro de chilenos refugiados políticos, tropel de marxistas que como fantasmas recorren Europa. Por eso su lógica opera en términos de cálculo electoral, imaginando que los casi un millón de chilenas y chilenos en el exterior (incluyendo niños y lactantes) escriben sus convicciones políticas con la mano zurda. Y eso es una falacia del tamaño de una montaña. Chilenos de todas las edades y situados en todas las veredas políticas se han congregado para demandar juntos el ejercicio de un derecho del cual se sienten titulares. No pueden votar en el exterior (esa es la respuesta que les han comunicado consulados y embajadas), aunque algunos fueron designados vocales de mesas y en su totalidad componen —en calidad de “falsos positivos”— un porcentaje de aquel 60 % de electores que no fue a sufragar en la última elección municipal.

Hace poco tiempo el presidente Piñera afirmó que el único “vínculo” que exigía para que se pudiese votar en el extranjero era registrarse en consulados y embajadas. También señaló que presentó al Parlamento una reforma constitucional destinada a hacer efectivo el voto chileno en el exterior, pero que la Concertación había rechazado el proyecto. Es decir, la culpa de todo este embrollo era de la Oposición. Lo que no dice deliberadamente el Presidente es que el vínculo consignado en esa propuesta de reforma constitucional que fue rechazada, no consistía en el registro en consulados y embajadas, sino que establecía condiciones inaceptables que fueron impugnadas por la Oposición debido que vulneraban la igualdad ante la Ley. Una de las condiciones de  vínculo era haber estado en Chile al menos cinco meses en los últimos 8 años, lo cual discriminaba socioeconómicamente.

Conforme a una interpretación de la Ley N°18.556 del SERVEL (modificada por la Ley de Inscripción Automática, del 2012), es posible sostener que el SERVEL cuenta hoy con facultades suficientes para hacer realidad el voto desde el extranjero. Esto es efectivo, a menos que su director (el ex-Comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre) realice una finta similar a la mostrada por el Presidente, derivando el asunto al legislador, cosa que ya hizo en el presente año. Por otro lado, el presidente Piñera prometió a fines de mayo de 2013 —en el programa Tolerancia Cero— otorgar urgencia al proyecto de ley, especificando que el mentado vínculo sólo consistiría en el registro en consulados y en embajadas. Pero, realizando una pirueta digna de Tomás González, anuncia que el carácter del proyecto será de reforma constitucional, con los quórums requeridos que ya todos conocemos.

En la famosa página Facebook “Haz tu Voto Volar” es posible encontrar fotografías donde sonríen alegres —con el “avioncito” en la mano— los embajadores de Chile en Washington, Berlin y en la ONU (tomada en Ginebra). Sin embargo, las posibilidades de voto en el exterior para las elecciones presidenciales de 2014 parecen diluirse entre los débiles despliegues retóricos del Presidente, que no alcanzan a ocultar —aunque crea que le resulta— su férrea oposición a que los chilenos puedan votar en el extranjero.

Lo que no dimensiona el presidente Piñera es que para muchos compatriotas que se encuentran en el exterior, un país es más que un territorio. Y que ponerse a la altura de su cargo implica admitir que su investidura representa también a las chilenas y chilenos que se encuentran en el extranjero. Sin embargo, es reconocida por muchos su propia miopía política. Es difícil que observe el fenómeno con claridad, aunque planeen a su alrededor miles de avioncitos tricolores, en los aterciopelados espacios de su amplio despacho presidencial.

La institucionalidad política chilena es anacrónica e injusta. Muchas veces nos contestaron que, aún siendo cierto, al menos daba gobernabilidad. Hoy esa razón se cae a pedazos, pues aunque siempre fue un argumento miserable, hoy ni siquiera es medianamente cierto. Una deuda pendiente de la institucionalidad política es el voto de los chilenos en el exterior. La deuda es de toda la élite política, pero fundamentalmente de un gobierno que se comprometió a hacerlo, que inventó un proyecto que sería rechazado por necesidad y que espera que nadie recuerde el tiempo que se vistió con estas ropas.

La lucha por el sufragio de los chilenos en el exterior es simplemente la disputa por el sufragio universal, como lo hicieron las mujeres, como lo hicieron los pobres y muchas otras minorías políticas. Esta discusión debiera haber terminado hace cien años, pero sigue vigente en Chile, donde sigue siendo habitual que tengamos que luchar por tener un país normal. Y lo que es normal en las democracias no puede esperar: el voto de chilenos en el exterior debe ser para la elección de noviembre de 2013, para que por primera vez en Chile tengamos plenamente el sufragio universal.

Publicado en Chile en "El Mostrador" http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/07/05/voto-de-chilenos-en-el-exterior-los-avioncitos-de-papel-de-pinera/