Epígrafe Fronterizo

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y se ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales"

Bertold Brecht

lunes, 31 de diciembre de 2012

La Violencia en La Araucanía y la Balanza inclinada



Cuadro: "Una Oscura Familia", del pintor mapuche Eduardo Rapimán.

Ocurrió en diciembre de 2012, allá en el sur de Chile. Se trata de un lamentable ataque de desconocidos a un fundo en Vilcún, destruyendo maquinarias y vehículos, implicando de paso millonarias pérdidas económicas. Naturalmente, el rechazo fue unánime; nadie –aunque alguien lo justifique- queda indemne cuando es agredido. Por suerte nuestro Código Penal no hace la vista gorda ante este tipo de hechos y los califica como delitos. Y aquí entra el ordenamiento jurídico, el cual tipifica, investiga, concluye y sentencia. El impacto de una agresión también genera reacciones en quienes no somos directamente agredidos, en quienes nos enteramos en la distancia; es decir,  la mayoría de la sociedad civil que tomamos palco y que -en algunas ocasiones- reaccionamos, opinamos, emitimos juicios, confiando en un supuesto equilibrio a la base de nuestras impresiones.

Sin embargo, como es plausible, la balanza casi siempre se inclina hacia un costado. El golpe incendiario asestado al latifundista detonó una seguidilla de indignadas declaraciones. Todos pusieron el grito en el cielo. Desde el Ministro del Interior, Andrés Chadwick; pasando por el Intendente de la Región de La Araucanía,  Andrés Molina; hasta la mirada escandalizada de la opinión pública, la cual fue sobre-estimulada por la prensa oficial que no escatimó en pormenorizar aquellos incidentes tan indeseables. Con dos querellas presentadas contra quienes resulten responsables, la mirada cayó indefectiblemente contra el movimiento reivindicativo mapuche. En vísperas de Navidad, un Andrés Chadwick con cara de niño ofuscado señaló que “no tenemos temores ni nos va a temblar la mano, sabemos que enfrentamos un enemigo poderoso, que goza de apoyo político, comunicacional e internacional”. Por otro lado, el acalorado intendente vinculó el trabajo de dos italianas en la zona, con una eventual incitación a la protesta social por parte de las comunidades, calificando ello como una grave “intromisión extranjera” y solicitando la inmediata expulsión del país.

Ahora bien, nadie sabe si fueron realmente comuneros mapuche los responsables de los hechos delictivos, pero obviamente iban a aparecer personeros de gobierno y fiscales ansiosos de escalar profesionalmente –a estos últimos se les ha imputado la realización de numeroso montajes con esos fines- que lanzarán toda la artillería judicial y policíaco-represiva contra los líderes políticos originarios del Gulumapu. Por eso, no se engañe (al menos por esta vez) y piense en lo siguiente: la balanza, así como los dados de un ludópata tramposo, está cargada, inclinada hacia la protección de los negocios que en la zona han desplegado las élites económicas.

Esta protección se traduce en un resguardo policial de corte represivo, amparado por una clase política cooptada y por una sociedad profundamente racista y clasista, además de ignorante de las razones a la base de las reivindicaciones mapuche. Esta sociedad sí se escandalizará cuando el patrón se vea afectado (porque todos se quieren parecer a él). Y, por otro lado, desviarán la mirada o justificarán la criminal y sistemática agresión del Estado policial chileno a las comunidades del sur, que haciendo las veces de guardia pretoriana de las élites económicas, ha traspasado todo límite de lo tolerable en materia de derechos humanos.

Si las reivindicaciones territoriales mapuche amenazan los negocios, no habrá pudor, ni serán suficientes las genuflexiones para visualizarlos como el enemigo poderoso de Chadwick o como los pobrecitos interdictos de Molina, que son atizados por la intromisión extranjera. Esta intromisión resultó ser a posteriori la acción de dos veedoras italianas de derechos humanos, en comisión de servicio por un organismo internacional reconocido por el Estado chileno. Teniendo en contra al Estado, al capital nacional e internacional y a la misma sociedad chilena, el pueblo mapuche debe cargar solo con sus jóvenes impunemente asesinados. Debe morderse los labios cuando sus niños, mujeres y ancianos son brutalmente agredidos; cuando sus territorios continúan ilegalmente usurpados y depredados. Finalmente, deben lidiar con una realidad ignorada con el deprecio que sólo puede erigir el hacendado o el arribista criollo que, en todo su racismo y clasismo, se sulfura por el daño inflingido a la casa patronal y aprueba –abierta o solapadamente- el balazo por la espalda perpetrado contra un Lemún, contra un Catrileo o contra un Mendoza Collío.